Querida Kehilá:
Se aproxima la celebración de Pésaj (la festividad de la Liberación física y espiritual) en momentos particularmente difíciles, y además confusos. Llenos de incertidumbre. Una epidemia (Covid-19) ha estremecido los cimientos del mundo y ha modificado de manera drástica nuestras rutinas laborales y sociales.
Ahora, los términos “cuarentena” y “aislamiento” han pasado a formar parte de nuestro léxico cotidiano. Recordemos que la cuarentena, ya ampliamente aplicada por la Medicina de la Edad Media, no es ajena al judaísmo. Tiene su origen en el período, primero de 7 días y luego de 33 (en total 40 días), durante el cual la mujer se apartaba de su marido tras dar a luz un varón (Vayikrá 12:2-4). También, el aislamiento está ya descrito en la Torá con respecto al Metzorá (Vayikrá 13:46), la persona que enfermaba de una especie de lepra de origen espiritual. El aislamiento fue aplicado a Miriam, la hermana de Moshé, durante la permanencia en el desierto(Bamidbar 12:15).
Ciertamente, todo este asunto de la pandemia, ha creado angustia y zozobra. Es comprensible y justificado, pero el judío es optimista, nunca desespera. Está en su naturaleza, y también de algún modo es su deber. Dice el Talmud: “Incluso si pende sobre tu cuello una espada afilada no debes desistir de esperar la salvación” (Berajot 10a). Pues el judío sabe que Dios maneja el mundo. Sin embargo, ser optimista no significa negar la realidad sino, por el contrario, asumirla con valor y serenidad. Hay que ser precavidos y seguir al pie de la letra todas las sabias recomendaciones que nos brinda la ciencia médica. Pero más importante aún es profundizar en Torá y en Mitzvot, y ahondar en Tefilá y en Tzedaká. Sí, y lo destaco, más importante aún a pesar de que a veces, abrumados por el materialismo que impera en la época en la que vivimos, nos cueste un poco creerlo. Pues de Dios es que proviene toda cura. Una pandemia, y ha habido peores que ésta, es como una ola que con impetuosa furia golpea las rocas de la playa. Pero la ola pasa, y allí siguen las rocas.
Con el favor de Dios, antes de lo que imaginamos, todo volverá a la normalidad. Cuando Moshé habló a los hijos de Israel “no le escucharon a causa de la congoja y de la dura servidumbre” (Shemot 6:9), y sin embargo su liberación ya había sido decretada por el Todopoderoso. Cuando finalmente la liberación llegó, fue tan rápida y de improviso que no dio tiempo a que la masa fermentase (Shemot 12:39). Los tiempos de dificultad son tiempos de reflexión y de aprendizaje, y ésta es precisamente la esencia de la festividad de Pésaj: Reflexionar y Aprender. Eliminamos el Jametz de nuestros hogares tras una meticulosa limpieza, pero también de nuestros corazones tras una profunda reflexión autocrítica acerca de nuestro comportamiento. El Jametz de la soberbia y del egoísmo que nos hace indiferentes e insensibles al sufrimiento de nuestro prójimo.
Tengamos en cuenta que no existe nada más eficaz que la bondad hacia el prójimo para atraer la protección de Dios sobre nosotros, sobre Am Israel y sobre todas las naciones de la Tierra. Recordemos que durante los días del Ómer (Maséjet Yevamot 62b)se desató una epidemia entre los alumnos de Rabí Akivá – todos sabios en Torá – debido al simple hecho de que entre ellos no sentían respeto, y por eso se negaban a compartir los unos con los otros lo que habían aprendido. Finalmente, por medio de aquella maravillosa herramienta pedagógica que es el Séder de Pésaj aprendemos junto a nuestros hijos (nuevamente, año tras año) la inmanente autenticidad de la identidad judía.
Queridos amigos, les recuerdo que la AIV continúa trabajando con la misma vocación de siempre para servir, ayudar y reconfortar. Por favor, mantengamos la calma y continuemos con el ánimo en alto. Que el Todopoderoso los bendiga y que podamos cumplir, junto a nuestras familias, un Pésaj Kasher Vesameaj. Y veamos muchas festividades más con alegría y bienestar. Digamos todos Amén.
Rabino Isaac Cohen A.
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